lunes, 2 de abril de 2007

Proyecto para Unidad de Genero de Segunda Generación



Escrito por Kim Pérez, Presidenta de la Asociación de Identidad de Género de Andalucía

El 22 de marzo, gracias a una idea de mi amiga Andrea Muñiz, Presidenta de Transexualidad-Euskadi y compañera de activismo, he comparecido ante una ponencia de la Comisión de Sanidad del Parlamento Vasco, dedicada a la posible creación de una Unidad de Identidad de Género.

Pensé que era una estupenda oportunidad para lanzar algunas ideas referidas a la necesidad de la renovación de las unidades que han existido hasta ahora.

Si se consiguiera hacerlas valer, no sólo se prestaría un servicio mejor a las compañeras y compañeros de Euskadi, sino que quizá la Unidad de Euskadi tomaría valor de modelo para las otras que se están creando en el Estado Español.

Así que, con ánimo, me subí en un tren Altaria en Granada, y en doce horas comprobé lo pequeña que es España, porque recorrí Córdoba, Ciudad Real, Madrid, El Escorial, Ávila, Medina del Campo, Valladolid, Palencia, Burgos… Y allí la nieve paró el tren, como en las películas del Oeste, y tuve que subir a un autobús para llegar a Vitoria-Gasteiz, con treinta centímetros de nieve…

Al día siguiente, llegué al Parlamento Vasco, que estaba medio de vacaciones por la nevada, por lo que habían suspendido las sesiones, menos la de nuestra ponencia, en atención a las personas que íbamos desde la otra punta de la Península.

Allí había representantes de tres partidos, el PNV, el PSOE y el PP, y un letrado para ayudar al desarrollo de la comparecencia. Les había enviado previamente el texto que figura a continuación, que les resumí.

Empecé diciendo “Egun on, diputatu jaunandreak”, “Buenos días, señores y señoras diputados” (porque una minoría que reclama ser respetada debe respetar a otras minorías)

“Antes de empezar a tratar la cuestión de las Unidades de Identidad de Género es preciso familiarizarse con algunas expresiones:

Disforia de género: sentimiento estable y profundo de desajuste, disgusto o disconformidad con el género asignado en el nacimiento, que produce un malestar clínicamente significativo.

Cirugía de reasignación de sexo: la practicada sobre los órganos sexuales primarios (genitales)

Principio de autorización: noción de que el profesional que atienda a una persona disfórica de género es quien debe decidir si es apta o no para someterse a la cirugía de reasignación de sexo.

Principio de reconocimiento: noción de que la persona disfórica de género es quien puede elegir entre las varias salidas que son posibles para su disforia y saber si necesita la cirugía de reasignación de sexo o no, mediante una decisión informada.

Recordaré brevemente que la razón de la intervención psicológica y/o médica es

Primero, el gran malestar que ha merecido llamarse disforia de género, clínicamente significativo, y

Segundo, la experiencia de que la intervención médica produce bienestar y equilibrio de la personalidad en una alta proporción estadística.

Hasta ahora, el o la solicitante que llegaba a una Unidad de Identidad de Género, tanto en los Estados Unidos como en España, y supongo que en otros países, una vez reconocida o recuperada su salud mental, ha seguido el siguiente
procedimiento:

Como paso previo, diagnóstico de que el solicitante se encuentra o se ha restablecido en un estado de salud mental referido a sus capacidades cognitivas y volitivas. A partir de ahí,

Estudio psicológico – Aprobación o denegación del proceso por parte del psicólogo – En caso de aprobación, tratamiento endocrinológico – Cirugía de reasignación de sexo.

El modelo de primera generación de las Unidades de Identidad de Género ha estado por tanto fundado en los siguientes rasgos:

A. Ha estado basado en un sentido binario del sistema sexo-género.

B. Ha seguido el principio de autorización.

C. Ha estado concebido como medio para un proceso unidireccional, conducente a la cirugía de reasignación de sexo.

D. Ha tenido una composición tridisciplinar igualitaria: un psicólogo, un endocrinólogo, un cirujano.

Esta estructura ha resultado muy disfuncional, por las siguientes razones:

La disfuncionalidad de A ha residido en la noción de “si no es X entonces Y”, lo que ha obligado a personas a menudo muy intermedias a definirse en uno de los dos extremos.

La disfuncionalidad de B ha consistido en que el “principio de autorización” ha dado a las Unidades y especialmente a los Psicólogos un poder real, casi judicial, sobre los solicitantes, consistente en la posibilidad de dictaminar si pueden seguir adelante en su solicitud o no.

Como resultado, se ha observado, ya desde las primeras unidades de los Estados Unidos, que los solicitantes, al tener que informar sobre sí mismos y saber que la decisión final no estaba en sus manos, al sentir la presión de la disforia y al psicólogo como un obstáculo a superar, han tendido incluso a mentir sobre su experiencia, dando las respuestas que se sabe que son las que los profesionales de la Unidad quieren oir para dar su visto bueno, e invalidando por tanto todo el sentido del proceso y los estudios científicos derivados de él.

La disfuncionalidad de C se ha situado en la idea de que para los o las solicitantes se abre un recorrido finalista con tres etapas fijas: del estudio psicológico (autorización) al tratamiento endocrinológico y a la cirugía de reasignación de sexo o CRS.

Prefijado este recorrido, quien no haya sido autorizado es simplemente apartado de la Unidad, dejando sin apoyo psicológico o endocrinológico a muchas personas disfóricas de género que siguen siendo disfóricas y pueden encontrarse a la intemperie, y quedando en el aire, en general, la impresión de que toda persona disfórica de género debe ver la CRS como un futuro ineludible y que todo tratamiento psicológico-médico debe conducir a la cirugía.

La disfuncionalidad de D ha consistido en que la composición del cuerpo de profesionales de las Unidades, al concebirse en proporción uno a uno a uno (psicólogo, endocrinólogo y cirujano) ha dado demasiada presencia relativa a los dos últimos escalones y demasiada poca al primero.

Teniendo esto en cuenta, y expresando plena gratitud a las primeras Unidades por su existencia, su experiencia (que ha permitido este análisis) y sus aportaciones al equilibrio y bienestar de muchas personas disfóricas de género, hay que plantear la estructura de un modelo de segunda generación de las Unidades que se reformen o se creen a partir de ahora.

El funcionamiento de una unidad de segunda generación debe consistir en el siguiente
procedimiento:

Como paso previo, diagnóstico de que el solicitante se encuentra o se ha restablecido en un estado de salud mental referido a sus capacidades cognitivas y volitivas. A partir de ahí,

Estudio, diálogo e información mutua con el psicólogo – Certificación por el psicólogo de que se ha seguido este proceso – Decisión informada por parte del o la solicitante en las siguientes direcciones, en todas las cuales puede seguir teniendo lugar el apoyo psicológico de la Unidad:

1. Mantenimiento en el sexo y género de origen.

2. Reasignación de género (social)

3. Reasignación de género y tratamiento endocrinológico y/o cirugía plástica sobre los caracteres sexuales secundarios.

4. Tratamiento endocrinológico y cirugía de reasignación de los caracteres sexuales primarios.

Las bases de este procedimiento son las siguientes:


A. Se funda en la existencia real de un continuo entre dos sexos.

B. Sigue el principio de reconocimiento.

C. Debe concebirse como un medio para un proceso multidireccional, conducente a la cirugía de reasignación de sexo o a otras salidas alternativas para la disforia de género.

D. Debe tener una composición asimétrica tridisciplinar (varios psicólogos, un endocrinólogo, un cirujano), que corresponda a las necesidades de un trabajo principalmente psicológico y a las estadísticas de la población disfórica de género.

La funcionalidad de esta estructura residirá en los siguientes hechos:

La funcionalidad de A consiste en la constatación hecha por los recientes estudios sexológicos y transexológicos de la existencia de un continuo entre los dos sexos, que enfatiza a la vez que las personas disfóricas de género suelen situarse en puntos intermedios de este continuo.

Por tanto, la expresión de la identidad personal puede requerir formas muy matizadas dentro del sistema sexo-género, quirúrgicas o no quirúrgicas, que sólo la misma persona disfórica de género puede discernir.

La funcionalidad de B reside en que, al desaparecer el poder del psicólogo sobre el solicitante, y reconocer su capacidad de decisión sobre sí mismo y la necesidad de que esta decisión sea informada, el psicólogo se convierte en el informador principal del solicitante y es posible recuperar la confianza mutua y el diálogo, puesto que al final, la decisión sobre sí mismo será del solicitante.

La funcionalidad de C se sitúa en que, por lo antes explicado, la gran mayoría de las personas disfóricas de género espontáneamente se sitúan al margen de la medicalización, por lo que cabe suponer que entre las que acudan a la Unidad algunas de ellas pueden mantener una actitud ambigua respecto a la CRS, pero muchas veces necesitan ver que otras alternativas son posibles, y saber que la Unidad seguirá asistiéndoles, si lo desean, aun cuando opten por otra de esas alternativas, puesto que será una Unidad multidireccional.

La funcionalidad de D se basa en que la realidad del colectivo de las personas disfóricas de género requiere que se dediquen más profesionales a la fase de información psicológica, adecuada para todos los solicitantes, que a las fases endocrinológica, requerida finalmente por menos, o quirúrgica, por muchas menos.

Mientras que la experiencia muestra que las actuales estructuras paritarias pueden prestar atención psicológica a cada solicitante, por ejemplo, una vez cada dos meses, sería preciso que fueran tales que la atención pudiera ser al menos de una vez por semana, para ser efectiva. Paradójicamente, también así se aceleraria el trámite de información necesario para que la persona solicitante pudiera acceder a endocrinología o cirugía, si así lo decide.

Para conseguir realizar ese trabajo intensivo, los psicólogos incorporados a la Unidad deberían acreditar una formación específica, pero no sería necesario que residieran en la ciudad sede de la Unidad (que debe ser donde se cubra la dirección y coordinación, así como los tratamientos endocrinológico y quirúrgico), e incluso sería preferible que estuvieran distribuidos por todo el territorio de la Unidad”.

Terminó la comparecencia cordialmente, tuve la impresión de que había buenas esperanzas y me retiré, dejando el turno a unos jóvenes sexólogos del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, y a las representantes de la Unidad de Málaga.