
Coger un avión para irte de vacaciones, pagar con tarjeta de crédito, buscar trabajo... son tareas cotidianas que pueden convertirse en algo más que un mal trago cuando tu físico y tu documentación no coinciden, cuando tu género y el sexo de tu DNI no son el mismo. Esto es lo que viven diariamente las personas transexuales.
La transexualidad o disforia de género es conocida desde muy antiguo y se ha dado, con mayor o menor aceptación, en todas las culturas de nuestro planeta. Por ello no debemos atribuir la transexualidad a un hecho cultural o social, sino a un aspecto de la estructura del ser humano. La disforia de género consiste básicamente en una insatisfacción continua y sostenida, en muchos casos desde la infancia, con los genitales y las características físicas del sexo de nacimiento y un deseo constante y manifiesto de cambiarlo y de ser aceptado social y legalmente como miembro del género escogido. La ausencia de armonía entre género y sexo provoca gran sufrimiento en la persona y es en este aspecto en el que intervienen psicólogos, psiquiatras, endocrinólogos y cirujanos. Pero la sociedad debería tener también un papel muy importante a la hora de acoger a estas personas como ciudadanos de primera, de ayudar a su adaptación social, de no ponerles trabas a la hora de conseguir una identidad que necesitan para seguir viviendo de forma digna.
Hasta hoy, para que una persona a la que se le diagnostica una disforia de género pueda cambiar su nombre y sexo en la documentación oficial, era imprescindible someterse a una cirugía de reasignación sexual y después entablar una batalla legal con la administración.Pero no todos los transexuales pueden o quieren pasar por quirófano: la aceptación de su cuerpo de nacimiento, la falta de recursos económicos o problemas de salud impiden llegar al final del proceso.Además, antes de llegar a la cirugía, deben pasar por un largo proceso diagnóstico y de tratamiento en el cual deben vivir y comportarse como personas del género escogido, ¿cómo hacerlo cuándo físicamente eres una mujer y te comportas como tal, pero tu nombre sigue siendo masculino? O al revés. Por otra parte, mientras que la cirugía genital no esté sufragada por la sanidad pública, ¿cómo se puede exigir que para hacer el cambio de nombre y sexo sea obligatorio haber pasado por una intervención quirúrgica de genitales? La mayoría de pacientes, por desgracia, no pueden costearlo económicamente.
La transexualidad no es algo pasajero y las personas que la sufren tienen un deseo intenso de vivir como personas del otro género.Médicos y científicos han reconocido la eficacia y la necesidad de seguir unos estándares asistenciales en el tratamiento de cualquiera de las fases de la transexualidad. Los de mayor renombre y validez son los creados por el Harry Benjamin International Gender Disfhoria Association, Inc. De estos estándares se desprenden algunos requisitos que se exigen a los transexuales para abordar su cambio de género, como mantener contacto con un experto en salud mental para descartar cualquier otra alteración psicológica transitoria y que éste acredite un diagnóstico de transexualidad real; aceptar el rol de su género y abandono total del rol del sexo biológico durante un mínimo de un año de forma continuada y con normalidad (lo que implica asumir todas las actitudes sociales del género al que se desea pertenecer: ropa, nombre, actitud social...); someterse a un tratamiento hormonal, dirigido por un endocrinólogo, durante alrededor de un año antes de la intervención quirúrgica de cambio de sexo; y, en caso de llegar a la cirugía de reasignación sexual, estar en condiciones psicológicas estables para afrontar la intervención y su postoperatorio.
Harry Benjamin, endocrinólogo norteamericano especializado en disforia de género, sostenía en 1976: «Me gustaría recordar a todos un hecho muy importante y fundamental: la diferencia entre sexo y género. Sexo es aquello que se ve. Género es lo que se siente. La armonía entre ambos es esencial para la felicidad humana».
Dr. Iván Mañero Vázquez es cirujano plástico estético y reparador de la
Unidad de Género de Clínica Mediterrània.
Dra. Esther Gómez Gil es especialista senior en Psiquiatría del Hospital Clínic
(Barcelona).
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