Texto extraído íntegramente de la sección "El comentario de la semana" (escrito por Kim Pérez), de la web www.carlaantonelli.com
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En los años cuarenta, Gandhi combatió por la dignidad de la India con sus huelgas de hambre.
La huelga de hambre es un arma muy fuerte. Es un arma muy especial, con la que no se toca la piel de nadie y quien pone los sufrimientos, o incluso las víctimas, es quien mantiene la iniciativa. Pero como todas las armas, hay que manejarla con mucho cuidado, no siempre es útil, y puede resultar muy peligrosa para quien la usa.
En el caso de Gandhi, fue efectiva porque tenía enfrente a los ingleses, con su cultura liberal, democrática y humanitaria. Quería hacer saber algo que podían comprender perfectamente, una cuestión de dignidad. Si se hubiera enfrentado con otros poderes de la época, él en persona habría sido volatilizado y los indios masacrados y fin de la historia.
Pero no hay que salvar ninguna distancia para hablar de lo nuestro. Porque para los y las transexuales también ha sido una cuestión de dignidad, hasta el punto de habernos visto en la necesidad de anunciar una huelga de hambre. Seremos muy pocos, mientras que los habitantes de la India eran millones. Pero en estas cuestiones, una sola persona es mucho.
También en nuestro caso, éste era el momento y no otro. Porque teníamos enfrente a un partido con un sentimiento solidario de izquierda que había demostrado ya su compromiso con los homosexuales y nuestra protesta no era por negarse a reconocer nuestros derechos humanos, sino por retrasarse en hacerlo.
Lo mismo que el pulso entre Gandhi e Inglaterra se resolvió con honor para las dos partes, una por su valentía e inteligencia, y la otra por su humanidad, el nuestro también podría resolverse con honor para todos.
Cuando pienso en estas semanas, tengo la impresión de las piezas de un puzzle que se mueven solas y que van desajustándose y luego ajustándose solas, de una manera misteriosa.
Todo empezó con una afirmación hecha en un Programa Electoral; todos lo sabemos; pero luego vino la cuestión de las fechas, como todos sabemos también y no voy a repetir.
La última fecha señalada era el 31 de marzo de 2005. Pasó. Voy a decir sólo que pasó. Y los y las transexuales tuvimos la sensación de ser de nuevo los últimos de la fila, o "los últimos monos de la compañía", como se dice en mi casa.
Se fue formando poco a poco un revuelo en nuestro ambiente. De las primeras manifestaciones o declaraciones públicas que recuerdo, las de la página de la Fundación de Identidad de Género. Luego, la dimisión de Rebeca Rullán de la FELGT, las cartas personales de Juana Ramos, sobre todas estas cuestiones. Los ruidos habían comenzado a convertirse en gestos decididos, con toda la razón. Se estaba olvidando de hecho la dignidad de los y las transexuales, se nos consideraba quizás poca cosa, cuatro gatos, cuatro locas, que debíamos esperar turno pacientemente mientras salían leyes mucho más potentes, la de Esto, la de lo Otro.
Por ser muchos, los gays y lesbianas fueron atendidos escrupulosamente de octubre del 4 a junio del 5, en nueve meses. Nosotros, los parientes pobres, dos años después no habíamos sido atendidos y se decía alegremente que estuviéramos tranquilos, y que esperásemos, para empezar, ¡otros seis meses más!
Daba casi risa, y estamos acostumbrados a reír por no llorar, pero era evidentemente cuestión de respeto, o de dignidad, o de tomarnos en serio, como se prefiera, y de que no se nos marginase como otros nos marginan en la calle, en las clases o en el trabajo.
Todo eso era la fase de desajuste. Las piezas del puzzle salían volando, ellas solas, y se estampaban contra las paredes, en una especie de poltergeist que tenía a muchos estupefactos.
En ese momento, Carla Antonelli, que es la Coordinadora del Área Trans del PSOE, tomó su decisión, que dejó estupefactos a muchos más. Se planteó los deberes hacia su partido y los deberes hacia la gente suya y decidió que no podía permitirse no mirar a una transexual a la cara.
Dicho sea de paso, al hacer ese análisis, le prestó también a su partido el mejor servicio que podía prestarle: hacer ver que en él hay personas tan de bien como ella.
Pero de momento, el alboroto mediático se creó, porque en nuestra democracia no es frecuente que alguien plantee su fidelidad a la línea de su partido, su afinidad fundamental, y a la vez su disidencia en algo que afecta precisamente a los suyos, a los que como persona y como coordinadora se debe muy especialmente. "Quiero poder mirar de frente a cualquier trans".
Era preciso conseguir que se nos oyera y tengo que decir que supimos organizarnos perfectamente, como si fuéramos profesionales de los medios. Supimos medir los tiempos y dosificar las informaciones, para usar con eficacia esa arma terrible y letal que habíamos cogido en nuestras manos, esa arma de información, la huelga de hambre.
Sabemos que las y los trans somos pocos, que tenemos poca fuerza, pero sabemos también que nuestro único poder es la atención mediática. Y ahora la necesitábamos para hacer saber hasta qué punto estábamos humillados y hasta qué punto queríamos llegar para conseguir el respeto de todos: la huelga de hambre con todas sus consecuencias.
No improvisada, no manejando el arma como un niño chico un pistolón, sino coordinadamente, seriamente, de acuerdo a la gravedad del momento.
Nos sentíamos muy en serio, y muy asustadas. Yuyu, decía un amigo. Las huelgas de hambre se puede saber cómo empiezan, pero no como acaban.
La propuesta fría y serena había sido de Carla. Dejamos que el mundo se enterase bien, durante una semana. Digo el mundo, porque comenzamos a pedir apoyo a organizaciones gays y lésbicas de España y de otros países. Jorge Puchol, mi amigo gay, comenzó a hacer un mailing desde Valencia. Pedíamos cartas al Ministerio de Justicia y a El País. No contestaron todos, pero contestaron algunos, cuyo listado les honra, y entre los cuales, por sus múltiples esfuerzos, quiero mencionar a Rubén López Díaz. Hicimos contacto con organizaciones y personas transexuales tan notables como Belissa Andía, Secretaria de la sección trans de la ILGA, Christine Burns y Stephen Whittle, de Press For Change, la organización que consiguió la ley británica, o con la notabilísima activista Lynn Conway, de USA, o con Jo, del European TransGender Network, o con Marlene Riwkeh Meges, del GAT de Paris y Karine Solène Espineira, de Sans Contrefaçon, de Marsella, que hicieron traducciones fundamentalísimas, o Hazel Gloria Davenport, de Humana, de México, o Mirella Izzo, de Crisalide Azione Trans, de Italia.
Nos contestaron también Trans-Info Echanges, de Lyon, Transgender Equality Network de Irlanda, el Genderstichting de Bélgica y, con mucho sentimiento, la Cadena de Radio Transexual y Gay de Argentina, las organizaciones, quince, de la Red Trans del Perú, muchas organizaciones de México y muchas de Chile, incluyendo nueve organizaciones de travestis, nombre combativo y descarado con el que me siento muy identificada personalmente.
Fueron tantas, de tantas ciudades de América Latina, que me permitirán que de momento no las nombre, porque son de las nuestras y de los nuestros, gente con quien siempre vamos a andar juntas.
Nos decían, "¿Qué hacemos?". "Esperemos", pensábamos. Mientras, Press For Change y Lynn Conway nos publicaban un diario de la preparación de la huelga.
La semana siguiente, nos incorporamos al anuncio de la huelga de hambre Gina Serra, Andrea Muñiz y yo. Tres presidentas (chairwomen, decíamos en los diarios para los anglosajones) de tres organizaciones, una del Norte, otra del Este y otra del Sur, que junto con Carla en el centro, santiguábamos el mapa de España. Ni hecho a propósito. Las piezas del puzzle volvían a encajarse, solas.
Gina Serra había organizado una campaña de recogida de firmas, en la que personas particulares, trans y no trans, dejaron la suya y su sentimiento, que guardaremos en nuestra memoria y nuestro corazón sabiendo que se pusieron a nuestro lado en un momento decisivo.
Empezaron otras adhesiones a la huelga de hambre. Nuestra compañera Tatiana Sánchez Mansilla, tan querida para mi, fue la primera; enseguida, Antonia Leiva anunció que si podía, se sumaría, y luego las personas transexuales que usan los nicks de "Palomita", "Nicolás" y "Alberto", y alguien más que empezó a interesarse, desde Barcelona.
Tuvo repercusión pública, y en lo negro de la noche pensé en ellos, que se ofrecieron muy en serio a pasar por lo mismo que nosotras tuviéramos que pasar, el sacerdote gay José Mantero, expulsado por la iglesia que dice ser de Cristo, que ha conseguido, literalmente, miles de adhesiones desde iglesias cristianas de base de toda Europa, y el político también gay Jaume d'Urgell, que llegó a estar con nosotras, esperando las noticias, muy serio y preocupado. Era muy de agradecer que fueran gays y fueran absolutamente solidarios, y que arriesgaran también su salud o su vida por los y las trans.
El diputado por Los Verdes, Francisco Garrido, mostró desde los primeros momentos su adhesión a la causa, así como Esquerra Republicana de Catalunya, el político gay de derechas Carlos Alberto Biendicho, el periodista Emilio de Benito, el antropólogo José Antonio Nieto, el escritor Javier Montilla, la endocrinóloga Isabel Esteva, de la Unidad de Málaga, la periodista Ruth Toledano... Escribí al Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, siempre a nuestro lado, para pedirle que estuviera preparado para intervenir si era necesario. Andrea Muñiz escribió en el mismo sentido al Ararteko vasco, el activista gay Íñigo Lamarca. Tanto Gina Serra como ella empezaron una febril serie de contactos, y tuvieron una presencia continua en los medios de comunicación catalanes o vascos, respectivamente.
Al mismo tiempo, en torno a la iniciativa de Carla, el movimiento trans comenzaba a unirse y en cierto sentido, a existir por primera vez. Se planteaba ya algo muy grande: el movimiento transexual unido, con iniciativa propia, con voz propia. Un movimiento transexual hasta ahora fragmentario y disperso, pero que encontraba en la fragmentación su propia fuerza, la espontaneidad, la sinceridad, la insobornabilidad.
En él todos nos conocemos, porque somos muy poca gente, pero pocas veces hemos encontrado causas comunes para las que unirnos. Ahora la teníamos, la causa de nuestra dignidad, del respeto que esperamos, igual que cualesquiera otras personas.
El movimiento transexual comenzó a unirse, en forma autónoma, para cada organización, pero solidaria plenamente y espontáneamente, sin necesidad de muchas palabras ni de muchas formalidades. Carla lo bautizó Stonewall 2; Stonewall, todos lo saben, había sido una iniciativa trans, una gloria trans, que mostraba de lo que somos capaces; ahora, de nuevo, teníamos que demostrarlo, y como entonces, no para hacerle mal a nadie, sino bien a nosotros mismos.
En nuestras casas, ordenadores y teléfonos, el fijo a un lado, el móvil al otro, echaban humo más de doce horas al día. El arma de la huelga de hambre, puesto que es de información, es de comunicación. Nos mantuvimos comunicados, nos enviamos mensajes de móvil o de ordenador, las cuentas de teléfonos nos van a arruinar de por vida, pero el movimiento transexual fue formándose, en gran parte solo, por la fuerza de la razón y de los sentimientos. Hubo quien se quedó al margen: no voy a dejar de respetar a esas organizaciones, que hicieron sin duda lo que creyeron que debían.
El momento más hermoso fue cuando nos reunimos en la sede de Transexualia todas las organizaciones que habíamos decidido acudir a la cita con Pedro Zerolo, no sin dudas previas, que fueron resolviéndose. Estuvimos reunidas dos horas y media. Comimos algo, sandwiches y cosas así, porque queríamos que nuestras mentes estuvieran ligeras y despiertas, y hasta un puntito de peleonas, en vez de captadas por el sopor de una buena digestión. Sabíamos que íbamos en serio, y que era una ocasión histórica única, de las que pasan una vez a tu lado y no vuelven a pasar. Sabíamos también que teníamos que mantener un apoyo sin fisuras, no era preciso casi hablarlo.
Hablamos todas las organizaciones, en orden perfecto, con tranquilidad y con convencimiento. Una compañera latina pidió que, en la futura ley, no nos olvidáramos de las trans inmigrantes, víctimas de la exclusión social en sus países y aquí. Es decir, que daba por hecho que habría ley. Con toda la inquietud que fuera, ésa era nuestra voluntad. Carla Represa manifestó, como representante, la postura de sus organizaciones representadas, y luego, a título personal, su voluntad de unirse a la huelga.
A mi lado, una amiga cuyo nombre no voy a decir, me dijo sinceramente: "Estoy emocionada"
El día antes, el viernes, habíamos recibido el apretón de manos virtual del Cardenal de Sevilla, lo que quitaba cualquier argumento del miedo a los carcas. Este pronunciamiento transcendental se debió a una gestión de Andrés de la Portilla, que colaboraba con nosotras desde el principio en muchas otras cosas (pero no hasta el final) Es verdad que, veinticuatro horas después, el Cardenal, sufriendo presiones del resto de la Conferencia Episcopal, tuvo que decir "donde dije digo, digo... digo", porque se afianzó en lo mismo, de lo que sabe perfectamente por sus estudios como psicólogo. Pero esto significaba que comenzábamos a no estar solos, a contar con apoyos en las partes más dispares y hasta inesperadas de la sociedad. Nuestro esfuerzo mediático comenzaba a dar frutos y otra pieza venía a ajustarse con las demás.
Terminamos la anterreunión, y nos fuimos con calma para la calle Ferraz. Un momento después, estábamos con Pedro Zerolo y otros miembros de su secretaría y del grupo GLBT del que forma parte Carla. Allí estaban Miguel Ángel Fernández, Mariano Moreno, María José Hernández y la diputada Carmen Montón. También estaban Boti García y Beatriz Gimeno, de la FELGT y Carla, pero entre nosotros, en las filas de las organizaciones asistentes, no en la presidencia, como le correspondía.
Nos saludamos uno tras otro, ceremonialmente, nos besamos, y empezó la reunión. Pedro empezó a hablar tranquilamente, muy pausadamente, con su melodioso acento canario, aunque demasiado políticamente correcto (todo "as" y todo "os")
No nos cansó. Expuso, primero, los logros de su Secretaría en favor de los transexuales que, verdaderamente, ya van siendo algunos. Luego, explicó las líneas generales de la ley, y ahí comprendimos que eran necesarias más explicaciones sobre la Ley que pretendemos. Luego, nos dijo que habría un anuncio "inminente" de la ley, para antes del 30 de junio de 2006 y presentada con garantías políticas.
Pedro Zerolo quería que hubiese acuerdo, pero sabíamos que era necesario todavía aclarar mucho y poner en claro en primer lugar lo que queríamos aclarar. Pensé que era muy preciso pedir un tiempo muerto, como en los partidos de baloncesto, para hablarlo entre nosotros y las caras hicieron evidente que compartían ese pensamiento. Pedro, cortésmente, accedió a salir junto con los integrantes de su Secretaría y nos dejó solos.
Pusimos a Josefina Pérez como moderadora y lo hablamos. Volvimos a hablarlo tranquilamente, aunque preocupados, pero con perfecto orden, tal era nuestro acuerdo de fondo, la verdadera fuerza que llevábamos a la reunión. Hicimos hasta tres rondas de intervenciones. Al final de las tres, presentamos nuestras posiciones casi unánimemente, salvo alguna abstención, es decir: no hubo ni un voto en contra. Esa era, materializada. la fortaleza del movimiento trans.
Pedro Zerolo recogió nuestras posiciones. Se había ofrecido a gestionarlas, desde ahora, personalmente. Tampoco nosotros queríamos intermediarios. Nos ofrecimos a hacerle llegar nuestras posiciones, el miércoles a las nueve de la mañana. El viernes habría una reunión, en la que Rebeca Rullán sería nuestra portavoz, con quien quisiera acudir con ella, para comenzar a negociar con Pedro el contenido de la ley inminente. Yo (empezaré con el burro por delante, para que quede claro que fue decisión mía y nadie tuvo que empujarme) y Carla, anunciamos que no renunciábamos a la huelga hasta ver todo eso encarrilado.
Era cuestión de esperar a esta semana. El miércoles 10, en las Cortes Generales, todo entre maderas preciosas que reflejaban las luces y adornos dorados que brillaban todavía más, la diputada Carmen Montón, del PSOE, hizo una pregunta al Ministro de Justicia, que respondió diciendo, básicamente, que: reasignación legal sin cirugía; que sería un procedimiento administrativo; y que antes del 30 de junio. Luego la diputada Rosa María Bonás, de ERC, subió a la tribuna de oradores para hacer una solemne interpelación; habló con preparación y con serena emoción, y preguntó sobre todo por la sanidad. El ministro contestó exponiendo la situación en las diversas autonomías en que la prestación está en curso (Andalucía y Extremadura) o en estudio (Aragón, Asturias, Cataluña), lo que sugería que lo dejaba a la responsabilidad autonómica, pero se reafirmó en los puntos de la futura Ley de Identidad de Género.
De todo quedó constancia nada menos que en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados.
Yo lo estuve viendo por el Canal Parlamentario, todo el tiempo de pie, en señal de respeto a todos los que estaban reconociendo nuestra dignidad y también el respeto hacia los y las transexuales.
A continuación, desistimos de la huelga